• ¿Cuidará el bien que es objeto del contrato?
• ¿Será diligente con sus cuentas para poder pagar puntualmente?

Quizás el adjetivo “moral” sea excesivo o no sea el adecuado para expresar el concepto que tratamos, por cuanto el comportamiento humano no es blanco o negro, moral o inmoral. 

Pero el caso es que, si no lo moderamos, el concepto al que nos referimos sí que puede derivar en un problema de selección adversa del riesgo y, por tanto, de asignación ineficiente e injusta de los recursos.

En concreto, en el ámbito económico-financiero este concepto se refiere a cómo los individuos asumen en sus decisiones, menores o mayores riesgos dependiendo de si las posibles consecuencias negativas serán asumidas por ellos o por terceros (o por el colectivo, pero no individualmente). 

Y una vez más el refranero se adelantó a cualquier ensayo económico y cuando alguien utiliza con “alegría” recursos ajenos se dice que “dispara con pólvora del rey”. 

Tradicionalmente se echa mano del sector de los seguros como caso práctico para explicar este concepto. 

Se argumenta entonces que una persona que tiene asegurado a todo riesgo su vehículo lo tratará con menor cuidado (porque el seguro lo cubre todo). 

En cambio, para moderar este riesgo surge la figura de la franquicia, cuyo cometido no es otro que desincentivar este comportamiento. Se trata de una cantidad mínima que el seguro no cubre, lo que evita o modera un comportamiento descuidado en el día a día. 

PS: Al fin y al cabo, “el ojo del amo engorda el caballo” y cuando la ganancia o pérdida no nos afecta directamente tendemos a comportarnos con menor compromiso o responsabilidad.